martes, 15 de septiembre de 2009

DE FULARES Y CANTIMPLORAS



Hoy me desperté desde una rendija azul, y os recordé desde el estómago. No sirvió la mente hoy, tan solo las sensaciones eran parecidas a las de entonces. A las de levantarse contigo, durmientes de un mismo saco, de una misma tienda, de una misma playa. Y recordé Menorca, y aquella montaña, sin recordar su nombre, también la recordé, y sentí la Vall D’Aran. Y estabais vosotros, todos. Tú, con tus inventos de corteza y arena, tú, con tu infancia colgando en las ojeras, tú, con tu balón de fútbol, dando patadas al mundo de los miedos… También estabas tú, lagrimosa de mañanas sensitivas. Hoy me desperté desde una rendija azul, y os recordé desde el estómago. Que cerca estábamos del verdadero mundo, que lejos me parece estar ahora. Ahora que cuesta tanto recordar desde el estómago. Me desperté amando aquellos montes verdes, aquellos almuerzos en corro. Amando la serenata de los ríos, las excursiones a pie. Amando a mi rubia, a mi primera poesía. Amando vuestros fulares, vuestras cantimploras. Me quedé un rato en la cama, sin ya poder dormir, no quería, buscaba que esas sensaciones me invadieran, y ahora, invadido, escribe el que os echa de menos, el que no os perdonará que me dejarais escapar de aquella senda verde. El que no os perdonará que desaparecierais sin pedir permiso. El que no se perdonará nunca que desapareciera algo de mí también. Y hoy, tan esparcidos, seguimos cada uno este camino de hormigas, descalzos, sin mochila a las espaldas, sin saber cual es el mejor lugar al que acudir, porque ya acudimos, porque lo abandonamos. Porque ya no somos los mismos para volver, porque aquellos ojos ya no miran igual, porque ahora tosemos más y reímos menos. Hoy no quería enmarañarme en melancolías de viento. Pero es que me desperté desde una rendija azul, y os recordé desde el estómago… os recordé desde el estómago.

domingo, 13 de septiembre de 2009

LOS PENALTIS



Hay veces que la gente toma decisiones, si, decisiones, a veces aciertan y todo. Pero a veces no. Yo no se si ella acertará, no lo sé. Pero bueno, a veces la gente se lanza y toma decisiones. A veces las decisiones estaban tomadas desde el minuto uno, a veces no, a veces se esperan hasta el tiempo de descuento. Y justo cuando el de negro va a pitar el final del partido, ¡ahí llegó!... ¡La gran decisión decidida!... Después hay gente que se espera hasta la prórroga, es como si tuvieran miedo de que les metieran un gol a ellos antes que ellos a los otros… En fín, no sé, es difícil esto de las decisiones. Yo te entiendo, entiendo que tardes tanto. Pero es que, tan solo te comento, estamos a punto de llegar a los penaltis, y está gente tiene buenos pateadores. ¿Porque no decides ya? Más que nada lo digo porque lo otro ya es una lotería, es como que no te has atrevido en 120 minutos a decidir nada y esperas que la suerte decida por ti.
Hay veces que la gente toma decisiones, y otras veces no. Ella parece que ya ha tomado la suya, estábamos a punto de llegar a los penaltis, yo andaba muy nervioso. No me gustan los penaltis. Es algo que quitaría del fútbol. Yo quitaría los penaltis y seguiría media hora más. Porque los penaltis me ponen muy nervioso. Yo pondría media hora más, y si no hay nada decidido, otra media hora, así hasta que alguien decidiera algo por fín, y si siguen sin decidirse, pues otra media hora, hasta que cayeran fulminados de cansancio. Porque la gente que tarda tanto en decidirse, al final cae fulminada, sí, fulminada de cansancio. Por fín ella se ha decidido. Menos mal que lo ha hecho antes de llegar a los once metros… menos mal.
Ahora ya no se si ella habrá acertado o no. Sería muy falso desearle lo mejor. A veces cuando la gente decide algo que no nos gusta, o nos afecta en algo, solemos decir: “bueno, pues te deseo lo mejor”. Yo no hago eso, sinceramente, yo no quiero que le vaya bien, quiero que le vaya como le tenga que ir, si es bien o mal, con el tiempo se sabrá, pero yo no quiero que le vaya especialmente bien… Le irá como le tenga que ir, que eso si es una lotería... Porque es verdad, después de la decisión, irremediablemente, quieras o no, llegan los penaltis, y aunque me pongan muy nervioso, ahí si que la suerte, es la que decide.

martes, 8 de septiembre de 2009

CUANDO...



Cuando la suerte diga quiero, cuando el camino sea todo lo recto posible, cuando las mañanas se te desnuden para que puedas saciarte de sus pechos, de sus manos, de sus infinitas bocas. Cuando el Sol deje de ser una bola de fuego, cuando la tierra vuelva a ser una piedra redonda, cuando el niño sea niño, y el adulto vuelva a ser un poco más niño que adulto. Cuando el suelo de gusto pisarlo y el cielo de gusto mirarlo. Cuando la gente sea gente al fin, cuando la coraza sea gente también. Cuando las palabras no digan demasiado y los silencios nos hablen sin palabras... Cuando el momento sea lo único que valga la pena, cuando el futuro ya no sea un viejo huraño que nos mira con ojos de amenaza, cuando el pasado sea tu historia, simplemente, cuando todo sea más simple… Cuando el otoño sea un paso más hacía el invierno, y el invierno otro hacía la primavera. Entonces volverá el verano, y traerá de su cola un carrete de sueños, habrá para todos, cada uno el suyo, habrá para todos. Cuando encontremos el nuestro, nuestro sueño, volverá el verano. Aquel que se fue copiando el rostro del poeta exiliado. Aquel que se marchó sin saber porqué, ni a donde. Aquel que un día volverá cuando todo deje de ser un sí condicional, un cuando con condiciones… Entonces yo estaré a tu lado, conociendo lo que ahora desconozco, sin saber quien eres, destaparé las reliquias que se esconden a tu lado, y negociaremos deseos, y hablaremos de esas cosas que nadie habla.
Cuando vuelva el verano, tú volverás, aunque nunca estuviste, volverás. Entonces yo estaré a tu lado, conociendo lo que ahora desconozco, destapando reliquias, negociando deseos, y hablando de esas cosas… de esas cosas de las que nadie habla.